Cuando le preguntas a la logopeda Anna Bagó porqué se dedica a la tartamudez ya se sabe la respuesta. Es la segunda vez que se lo preguntan. Y la respuesta es clara. Fue la tartamudez la que la eligió a ella cuando empezó a trabajar con el doctor Javier Sangorrín. Licenciada en psicología Bagó en cuanto pudo completó su formación en logopedia. Sin embargo, esto no fue suficiente para profundizar en el tratamiento de la tartamudez. Bagó amplió su formación asistiendo a congresos internacionales. Estados Unidos e Inglaterra destacan entre sus países referentes, sobretodo en el tratamiento de la tartamudez en la infancia.
Tras décadas de formación y experiencia, a Bagó le ha llegado el momento de llevar a cabo su aportación a la investigación, la formación y la motivación para seguir avanzando en el conocimiento y el tratamiento de la tartamudez. Lo que se consolida con el Congreso Internacional de los Trastornos de la Fluidez del Habla que tiene lugar en Barcelona. Con el que se pretende dar respuesta a la necesidad de la población de habla hispana de tener formación específica en tartamudez, en su edición anterior destacaron los asistentes venidos de América Latina.
La entrevista se publica en dos artículos. En el primero abordaremos las características del tratamiento de la tartamudez en niños y en el segundo en adultos. Partiendo de dos creencias tradicionales sobre la tartamudez: todos los niños tartamudean y cantando la tartamudez desaparece.
Existe unanimidad en la naturaleza multifacética de la tartamudez
Bozine. Nos encontramos con Anna Bagó en el Colegio de Logopedas de Catalunya. Buenos días, entrevistar a una logopeda con una trayectoria de más de tres décadas dedicada al tratamiento y el estudio de la tartamudez nos obliga a empezar preguntando sobre su visión en la evolución en el tratamiento.
Anna Bagó. El tratamiento de la tartamudez ha ido cambiando en la medida que se ha ido investigando. Antes la tartamudez era considerada como un trastorno unitario y había una mirada centrada en los bloqueos y las repeticiones. Se enseñaba a los pacientes a “respirar”, a hablar a ritmo de un metrónomo… Hoy en día hay unanimidad en relación a la naturaleza multifacética de la tartamudez, a pesar que la falta de fluidez es la característica esencial del trastorno, la tartamudez no es sólo una disfunción del habla, sino que en muchos sentidos está vinculada al lenguaje, a la fonética, a los procesos cognitivos, emocionales, sociales y fisiológicos. Así pues, los tratamientos actuales tienen en cuenta los distintos componentes o factores, dicho de otro modo, tienen en cuenta las características individuales de cada persona.
En la tartamudez intervienen los componentes: motor, lingüístico, emocional, cognitivo y social
B. En concreto, de ¿qué componentes estamos hablando?
AB. El componente motor hace referencia a los tipos de disfluencias que caracterizan el habla. Es decir, el número de repeticiones límites, el esfuerzo y la tensión, así como la frecuencia y duración de la tartamudez. El componente lingüístico se relaciona con las habilidades generales del lenguaje. La capacidad fonológica, la articulación global y la capacidad de vocabulario receptivo/expresivo. El componente emocional se refiere a las percepciones que el niño y/o el adulto tiene en relación a si mismo, las actitudes y sentimientos acerca de la comunicación y de la tartamudez y la reacción del niño o adulto a cómo los demás se comportan ante tartamudeo.
El componente cognitivo valora la conciencia del niño o adulto en relación a su tartamudez. El impacto de la conciencia de la gravedad de la tartamudez, los pensamientos acerca de cómo otros ven su tartamudeo, el conocimiento que tienen en relación al trastorno, entre otros. El componente social tiene en cuenta si hay evitación en las situaciones de habla, la frecuencia de la tartamudez en materias académicas y actividades extracurriculares, el impacto de la tartamudez en las relaciones interpersonales y la frecuencia de la tartamudez con distintas personas de su entorno social.
Tenemos que tener en cuenta la persona y no sólo la falta de fluidez
B. Entonces, se deben tener en cuenta todos los aspectos en la valoración y el tratamiento.
AB. Exacto, porque lo primero que hay que tener en cuenta es la persona y no sólo la falta de fluidez. Se ha de hacer la exploración, recoger y ordenar la información de los distintos factores para saber en cuales hay dificultad y se han de incluir en el tratamiento y cuales tienen un funcionamiento adecuado. Por ejemplo, a un niño con dificultades para mantener la atención es difícil enseñarle a corregir las disfluencias, porque si no está atento no nos escuchará, le resultará difícil imitar… Por lo que primero tendremos que tener las condiciones óptimas para que se dé el aprendizaje, en este caso, para que pueda aprender a hablar de forma suave y sin esfuerzo. Tener en cuenta todos los aspectos nos permite, a partir de los datos obtenidos, establecer los objetivos de tratamiento individualizados y personalizados.
No, no todos los niños tartamudean
B. Empezamos con los pequeños. ¿Todos los niños tartamudean?
AB. No, no todos. Hay niños que hacen repeticiones, titubean, vacilan… cuando están aprendiendo a hablar, pero esto no quiere decir que vayan a tartamudear. En cambio, hay niños que hacen repeticiones con esfuerzo, bloqueos, prolongaciones que se van a convertir en algo crónico. Así, diferenciamos entre las disfluencias evolutivas y las disfluencias atípicas. La aparición de las disfluencias en menores depende de cuando se inicia el habla. Las disfluencias pueden aparecer entre los 2 y los 6 años. Normalmente coincide con el momento en que el niño empieza a construir frases.
B. ¿Qué elementos nos puede hacer pensar que las disfluencias pueden ser atípicas?
AB. Las disfluencias atípicas se caracterizan por un habla en la que las repeticiones, prolongaciones audibles o silenciosas, bloqueos, agudización de voz… se realizan con tensión, esfuerzo y en exceso. Otro signo de alerta es cuando las disfluencias (bloqueos, prolongaciones,repeticiones…) persisten durante más de tres meses y el niño está haciendo esfuerzo al decir la palabra. Por ejemplo si el niño repite una palabra sin esfuerzo “quiero, quiero, quiero …” esto no es alarmante. Pero si dice “qui-qui-qui-…quiero”, está partiendo la palabra y haciendo esfuerzo, entonces debemos consultar con un profesional.
Un factor de riesgo es si hay antecedentes familiares. Hoy en día sabemos que los factores genéticos tienen un papel importante en la aparición de la tartamudez y los niños que tienen antecedentes familiares tiene más riesgo a cronificar las disfluencias sino se interviene.
B. ¿Quienes son los primeros en detectar estas dificultades?
AB. Suele ser la propia familia: padres, abuelos, familiares… Son los primeros en notar que el pequeño habla con esfuerzo, repite sílabas o se bloquea de una forma inusual, y que esta manera de hablar les produce angustia y desconcierto.
Existe un vacío informativo en pediatría
B. Una vez detectado. ¿Cuáles son los pasos que acostumbran a seguir las familias?
AB. Normalmente lo consultan con su pediatra, pero hay un gran vacío informativo. Para la mayoría de los pediatras la tartamudez del menor es algo poco relevante o pasajero y circunstancial. Existe la idea que “como es pequeño ya le pasará”. Y eso no es verdad. No es así, porque sin tratamiento hay niños que seguirán haciendo disfluencias . No debemos esperar. Esperar es perjudicial, porque hace que los niños pasen unos años en los que las disfluencias (repeticiones, los bloqueos…) se van consolidando. El niño aunque no lo exprese, tiene conciencia de que se atasca y esto le hace sentir mal, se angustia y sufre. El niño lo muestra estando más malhumorado, teniendo más dificultades en mantener una relación con sus iguales e incluso, desistiendo de hablar.
B. ¿Como crees que se podría mejorar en este sentido en pediatría?
AB. Tanto el médico como la enfermera pediátrica deberían saber que es normal y que no lo es en relación a la adquisición del lenguaje y del habla en la edad pediátrica. Los pediatras tiene un papel muy importante. El pediatra es el referente de los padres y si unos padres expresan su angustia por cómo está hablando el niño o por el inicio tardío del lenguaje, deberían poder obtener respuestas distintas a la de “esperar”. En las consultas de pediatría se debería introducir un screening del desarrollo del lenguaje y habla para poder detectar las dificultades en las primeras etapas de la infancia. No obstante, hay pediatras que se involucran a nivel individual asistiendo a congresos y formaciones específicas, ahora hace falta que se involucren como colectivo.
Que el niño sea lingüística y socialmente competitivo
B. ¿Cuáles son los puntos claves en el tratamiento de los menores?
AB. Un aspecto muy importante y a tener en cuenta es la cantidad de tiempo que hace que el niño habla haciendo disfluencias. Al niño vamos a enseñarle un patrón de habla fluida, de manera que cuando hayan disfluencias las corrija y que en su cerebro no sólo haya grabaciones de palabras con esfuerzo, sino también palabras que pueda decir de forma fluida y sin esfuerzo. Por lo tanto, cuando antes reciba tratamiento, mejor pronóstico va a tener. Es importante utilizar un lenguaje apropiado a la edad del niño, estimularlo a hablar a pesar de las disfluencias. La idea es dotar al niño para que sea lingüísticamente y socialmente competitivo, no sólo dejar de hacer las disfluencias. Además, que sea capaz de expresar de forma adecuada sus pensamientos, sentimientos y poder establecer relaciones adecuadas con sus compañeros. El tratamiento con niños es mucho más efectivo que con los adultos.
En el tratamiento es muy importante la implicación de la familia y de la escuela
B. ¿Que aspectos son importantes en este tratamiento?
AB. Que el niño tenga una buena capacidad de atención, una buena capacidad de imitación, la implicación de la familia y de la escuela. El tratamiento se realiza a través del juego, las actividades deben ser motivadoras para el niño y deben tener un propósito. Capacitamos a los padres para jugar con su hijo/a y les enseñamos cómo corregir las disfluencias. El objetivo del tratamiento básicamente es conseguir que las disfluencias desaparezcan o que prácticamente desaparezcan o que aprenda a modificarlas de manera que queden integradas de forma suave en su habla fluida. Esto depende de las habilidades básicas que el niño tenga y de las que pueda desarrollar.
B. Podrías explicarnos los distintos pasos que seguís.
AB. Te cuento un poco todo el proceso. Los padres hacen la demanda de consulta. Se hace la historia clínica para recoger la información sobre la maduración y el desarrollo del niño. Así como los antecedentes familiares de tartamudez en el padre y en la madre, si los hay. Se lleva a cabo la exploración del habla del niño a través del juego y la exploración del habla del niño con cada uno de sus progenitores para ver qué estilo de comunicación mantienen, cómo se relacionan…Todo esto se registra en video y posteriormente se analiza para establecer un punto de partida y diseñar el programa para el tratamiento. Como profesional lo primero que hemos de conseguir es empatizar y crear un buen vinculo con el niño y su familia.
Mantener rutinas es importante
B. ¿Nos podrías dar unas directrices generales?
AB. Mantener rutinas es muy importante para todos los niños. Les da seguridad, confianza y autonomía. Los niños que hacen disfluencias y sobre todo disfluencias atípicas necesitan tener rutinas adaptadas a su edad y necesidades. Hay muchos niños que cuando terminan los períodos escolares o los períodos vacacionales pueden tener recaídas en el habla. El cambio de rutina les puede provocar ansiedad. Recomiendo a las familias hacer un calendario con los días de estos períodos y establecer un horario de actividades que ellos mismos pueden dibujar. Es importante hablar con el niño, sin anticiparle acontecimientos, pero si irlo preparando para afrontar juntos los cambios.
Es importante mantener una rutina en la comunicación para establecer un patrón que facilite la fluidez. Prestar atención a lo que dice y cuando lo dice. Si interrumpe decirle que lo hemos oído y que espere a su turno, pero darle atención. Mantener el contacto visual cuando estamos hablándole o nos habla. Mantener una escucha activa. Ponernos visualmente a su altura. Enseñarle a poner límites, por ejemplo: cuando hablamos con él/ella o nos habla, dejamos de mirar el teléfono móvil, cuando decimos “ahora vamos” no podemos decir “sí, pero… espera un momento.” Los límites deben empezar en nosotros.
Pequeños cambios en la rutina familiar pueden favorecer la fluidez del niño/a
B. ¿El papel de los padres es clave?
AB. La participación de los padres en el tratamiento es fundamental. A los padres les podemos aconsejar que lleven a cabo algún cambio en la rutina familiar que puede favorecer la fluidez del pequeño. A los padres les enseñamos a responder con menos angustia ante el habla de su hijo/a y a facilitar la fluidez.
En casa han de practicar, cada día tienen que dedicar unos veinte minutos al niño y a su habla. En este tiempo no deben haber interferencias ni de teléfono, ni televisor, ni de otros hermanos… Es el tiempo de conversación, juego, refuerzo positivo y de modificar las disfluencias y, claro, ¡a los niños les encanta! Porque el mejor regalo es tener atención y aquí, en este tiempo de dedicación, los padres deben facilitar el habla fluida. De modo que las disfluencias deben ir reduciendose hasta desaparecer. A partir que el niño empieza a tener control de su habla en esta situación, vamos a ir añadiendo otras situaciones hasta generalizarlo y llegar a tener el control del habla. Y, ¡funciona!
Con WhatsApp hacemos el seguimiento diario
B. ¿Cómo te ayudan las TIC en tu consulta?
AB. En el tratamiento con niños utilizamos el WhatsApp para que los padres envíen cada día un audio con la conversación que han mantenido con el niño y cómo han realizado las prácticas del habla. Lo analizamos, valoramos y les enviamos nuestra respuesta y si es necesario, consejos para la siguiente sesión. Esta herramienta ha sido de gran ayuda para poder hacer un seguimiento diario del tratamiento.
B. Poder hacer el seguimiento diario, ¿Acelera el proceso del tratamiento?
AB. Si, porque lo ideal es trabajar cada día, todos los días. Tienes que pensar que, como no dejamos de hablar, cada día en nuestro cerebro hay grabaciones de disfluencias. Y, no sólo de disfluencias, el cerebro del niño también graba el esfuerzo, la tensión, la ansiedad y la reacción de los otros a su manera de hablar, y eso, en la medida de lo posible, se debe evitar. Por eso necesitamos hacer este trabajo diario y las correcciones diarias.
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